Por Carlos Pace

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La mayor víctima de la crisis financiera mundial ha sido la confianza. Tanto las empresas privadas como las instituciones públicas ahora atraen un mayor escrutinio. Se espera que expliquen sus prácticas comerciales, revelen relaciones claves, justifiquen sus modelos de remuneración, discutan sus planes de sucesión y hagan una contribución más amplia a la sociedad.
No son sólo a los inversores que tienen que satisfacer. También tienen que responder a los reguladores y al público en general. Y, a medida que muchas organizaciones se mueven hacia nuevos mercados, se involucran con una mezcla más diversa de partes interesadas, cada una de las cuales quiere diferentes tipos de información.
Las tecnologías digitales están transformando simultáneamente la forma en que nos comunicamos. La gente puede ver – y decir – más que nunca sobre las organizaciones que les sirven. También están surgiendo nuevos riesgos, incluidas las nuevas formas de riesgo, y la carga reglamentaria está aumentando. Así que la presión para ser transparente y socialmente responsable es mayor que en cualquier momento de la historia.
¿Qué significa esto para tu negocio?
Cualquier organización que quiera sobrevivir, y mucho más triunfar, tendrá que adoptar nuevas regulaciones y tecnologías, gestionar nuevos riesgos y prepararse para el futuro con una sólida planificación de la sucesión. Esto significa que muchas empresas privadas e instituciones públicas necesitarán nuevos modelos de gobernanza.
La alta dirección también tendrá que asumir más responsabilidades de supervisión, y el simple cumplimiento de las normas no será suficiente. El equipo directivo deberá comunicar sus políticas de gobierno, procesos y cultura organizacional a todos sus grupos de interés. También deberá ir más allá de los informes tradicionales y abordar cuestiones como la sostenibilidad y las contribuciones fiscales.
La divulgación transparente es la clave para crear confianza y cambiar la forma en que las partes interesadas y los mercados externos ven su negocio. Pero la transparencia por sí sola no es suficiente. La demostración de la buena gobernanza implica crear un verdadero diálogo con las partes interesadas, no sólo comunicarse abiertamente.