Por Alejandro Marchionna Faré
En mi artículo anterior en este newsletter, ya hace dos meses (en el nro 81), propuse al lector los siguientes desafíos ante la situación que se describía en una empresa ficcional que cotiza sus acciones en la oferta pública en Argentina:
- ¿Hubiera cambiado reglas de participación por Zoom antes de la reunión? ¿Cuáles?
- ¿Cambiaría reglas de participación por Zoom al llegar a ese punto de la reunión?
- ¿Cómo cree que debería actuar el presidente para cerrar con éxito la reunión virtual?
Pedí respuestas al blog o por mail a la Cátedra.
Bueno, para citar una frase popular: ¡“me sentí más solo que Adán el día de la Madre”!
Cri Cri…
No podré comentar el input que nos dieron los lectores porque nada llegó. Es que yo me imagino que hubo un ataque de timidez. ¿Cómo voy a revelarle mis razonamientos a la Cátedra? ¿Identificarán mi nombre y describirán mi respuesta equivocada? Vino a mi mente la letra de una canción de rock británico “…no dark sarcasms in the classroom”.
Y… no, no… Si la Administración de Empresas tiene muchos campos en donde hay sólo una solución prudencial, o una solución mejor, no hay nada más lejos de una solución óptima que el campo del Gobierno de las Organizaciones.
Me puedo imaginar respuestas creativas como las siguientes:
- Antes de la reunión, hubiera pedido que las cámaras estuvieran siempre apagadas pero también que sólo el presidente pudiera habilitar el micrófono de los participantes que en forma ordenada pidieran la palabra.
- Antes de la reunión, hubiera pedido que se registraran los directores que quisieran hablar en cada punto y sólo les hubiera habilitado en estricto orden de inscripción a los directores que hubieran pedido previamente a la reunión la palabra.
- En ese punto de la reunión, hubiera puesto a todos los directores en silencio y hubiera continuado con el punto siguiente.
- En ese punto de la reunión, escucharía pacientemente a todos los participantes (directores o no directores) que quisieran hacer uso de la palabra sobre ese punto.
- El presidente debió pegar un golpe en su mesa y dar por terminada la reunión por indisciplina de los directores.
- El presidente debió eliminar el punto con la idea de contener a los directores díscolos, pidiéndole al management una mejor alternativa, y debió continuar con la reunión.
Pues bien, esto es lo que pasó en la realidad:
- El presidente calmó los ánimos y pidió que lo dejaran continuar, habiendo escuchado los argumentos que objetaban la decisión.
- El presidente propuso al Directorio que no se tomara en cuenta la votación anterior y que se remitiera con carácter de urgente el tema al Comité de Auditoría.
- El presidente propuso al Directorio un cuarto intermedio para que se pudiera reunir el Comité de Auditoría, convocando de urgencia al auditor interno, al socio a cargo de la auditoría externa y al oficial de cumplimiento.
- El Comité de Auditoría se reunió en otra sala más chica veinte minutos después de comenzado el cuarto intermedio. Por unanimidad el Comité votó contra la propuesta que hacía el management de la empresa (incluyendo a quien como yo había votado a favor en el Directorio). En forma inmediata se redactó un acta volante en que se comunicaba la decisión a Directorio.
- A los sesenta minutos de comenzado el cuarto intermedio, la reunión de Directorio se reanudó.
- El Directorio tomó conocimiento de la decisión del Comité de Auditoría, algunos directores se preguntan por qué hubo un cambio de opinión de dos directores independientes. Esto fue fácil de explicar: tanto el auditor interno como el auditor externo manifestaron razones de mucho peso como para rechazar la iniciativa. Me tocó enunciarlas, lo que hice con la mayor tranquilidad y objetividad de las que fui capaz dada la montaña rusa emocional que acabábamos de atravesar.
- El tema se devolvió al management para que elaborara una nueva propuesta.
- La reunión continuó con otros temas y finalizó en paz y armonía unos treinta minutos más tarde.
Pasada la reunión, tomé el teléfono para tener una de mis legendarias charlas con el presidente del Directorio:
- Como gerente general, el presidente había intentado hacer aprobar una solución que le había parecido simple y sin problemas por consejo del área legal.
- Lo había sorprendido la reacción violenta de los tres directores que se oponían, pero la había tomado en cuenta dada la experiencia contable y financiera que los tres tenían.
- Había esperado una deliberación larga del Comité de Auditoría ya que pensaba que el voto estaría dividido.
- La votación unánime en el Comité lo convenció de que había aspectos contables y financieros que el management no había considerado con suficiente cuidado. Esto lo haría revisar el proceso de decisión y la profundidad de los conocimientos y la prudencia de algunos de los miembros de su equipo.
- Por esta razón había hecho el pedido de elaborar una mejorar alternativa a sus propios subordinados.
Pero claro, aquí surgen varias preguntas, al menos dos. ¿Estuvo bien el presidente en su actitud personal? ¿Es razonable la decisión final que tomó el Directorio en esta reunión?
Ahora que salí de mi escondite y mostré todas mis cartas, quizás otros lectores también se animen y nos envíen sus opiniones. Por lo menos encenderé una vela en mi casa para que la cuarentena inspire a algún corresponsal.
Vendrán seguramente otros desafíos como el que hice en el newsletter publicado en abril. Si esta fuera la Harvard Business Review se me ocurre que hubiéramos sido inundados de respuestas. Quizás tenga que conformarme con algunas pocas.
Pero tan importante como aprender en un programa de nuestra Cátedra, resulta aplicar las ideas que oyeron y las buenas prácticas recomendadas a un problema real de un tercero.
Porque esto facilitará la aplicación a un problema real de la organización propia.
Anímense…