Por Alejandro Rosa – PwC Argentina

Alejandro RosaUna idea muy difundida, aunque equivocada, es que las buenas prácticas de gobierno de las organizaciones son sólo aplicables a las grandes empresas. Es probable que este preconcepto se derive de otro, aquel que supone que establecer buenas prácticas de gobierno organizacional es un proceso costoso y que no tiene repago. Les propongo dos reflexiones sobre este tema: una enfocada en las buenas prácticas en sí mismas y otra en las organizaciones a las que le son aplicables.

Como habíamos anticipado, del 25 al 28 de Julio se llevó a cabo una nueva edición del programa Directorios Efectivos desarrollado por la Cátedra PwC de Gobierno de las Organizaciones del IAE Business School.  En uno de los módulos, hablamos del rol del directorio en el contexto de las buenas prácticas de gobierno y de la importancia y utilidad de implantar mejores prácticas de gobierno en nuestras organizaciones. Como viene sucediendo en todas y cada una de las ediciones del programa, surgió el interrogante respecto de si las buenas prácticas de gobierno son aplicables a empresas de diferentes dimensiones.

Planteado así el interrogante, reflexionamos sobre el mismo con los participantes del programa. Como conclusión de la discusión, hubo consenso en que las buenas prácticas de gobierno no son un “sistema enlatado” en el sentido de que deben implantarse integralmente y todo de una vez. Si fuera así, en caso de que un componente del mismo no fuera implantado o adoptado, cualquier otro que se adopte perdería toda utilidad. Por el contrario, las buenas prácticas de gobierno son un abanico de actividades, acciones y procesos que pueden ir siendo adoptadas paulatinamente e incluso en forma parcial, considerando la dimensión y complejidad de la organización de la que se trate.

En definitiva, y reflexionando sobre la viabilidad o no de implantar buenas prácticas de gobierno, las organizaciones no deberían centrar su análisis en si las buenas prácticas de gobierno le son o no, en general, aplicables, sino focalizarse en determinar cuáles son aquellas prácticas que generan valor a la organización y buscar la forma más adecuada de ponerlas en funcionamiento, considerando sus propias características.

La segunda reflexión tiene que ver con el tipo de organizaciones a las cuales les genera valor la implantación de buenas prácticas de gobierno. Desde nuestra cátedra, venimos impulsando la idea de que el gobierno de las organizaciones no debe ser circunscripto sólo a las empresas, sino también a otros tipos de organizaciones como, por ejemplo, los entes sin fines de lucro. La razón de esto es sencilla, basta sólo con tener en claro cuál es el principal objetivo de implantar buenas prácticas de gobierno en una organización, que no es otro que el de asegurar la sustentabilidad de la misma. El objetivo de sustentabilidad va más allá de un tipo particular de organización, es transversal a todo el universo de entes. Vemos un ejemplo concreto, real:

Además de participar en esta Cátedra de Gobierno de las Organizaciones, tengo una función de tipo técnico en la Federación Argentina de Consejos Profesionales de Ciencias Económicas. Con motivo de dicha función, visito asiduamente los consejos profesionales de todo el país como parte de diversas actividades. Los consejos profesionales son instituciones de derecho público (creadas por leyes) no estatales, sin fines de lucro.

En uno de mis últimos viajes, pude tomar contacto con el caso de un consejo profesional que ha cambiado en radicalmente en este último tiempo la forma en la cual es gobernado. Durante 30 años esta entidad había sido gobernada por un grupo de personas que, elecciones mediante, habían integrado en forma prácticamente continua el consejo directivo (equivalente al directorio) del ente. La familiaridad y cotidianeidad que se había generado en entre los integrantes de este grupo de personas terminó redundando en un cuerpo de dirección que fue perdiendo proactividad y flexibilidad en la definición estratégica de la organización y en la resolución de los problemas. Conscientes de ello, y luego de un amplio debate interno, todos los miembros del consejo directivo decidieron no presentarse nuevamente a las elecciones y, por el contrario, convocar a un grupo de profesionales jóvenes y destacados de la provincia para presentarse a las elecciones, contando con el apoyo de los antiguos miembros del consejo directivo. Este grupo de profesionales jóvenes ganó las elecciones y se transformaron en las nuevas autoridades de la entidad.

Más allá de la anécdota, quiero detenerme en dos particularidades que ha tenido este cambio. Primero, los antiguos miembros del consejo directivo, no tienen ningún tipo de cargo en la nueva gestión y tampoco tienen injerencia, ni siquiera informal en la nueva conducción. Esto les ha dado a los nuevos dirigentes el empoderamiento (o “empowerment” en inglés) necesario para llevar adelante su función de manera adecuada.

Segundo, ninguno de los profesionales convocados se conocía entre sí en forma previa. Esto, que algunos veían como una posible debilidad, significó una fortaleza, en palabras de los mismos miembros del grupo, a los cuales pude conocer durante mi visita. Significó un mayor grado de compromiso con la función, de profesionalismo en la gestión, de respeto por la opinión a veces divergente de alguno de los otros miembros del consejo directivo. Si bien la gestión de este nuevo grupo ha comenzado recientemente, ya pueden verse los beneficios de una conducción proactiva y en donde se propicia el diálogo y la discusión de los temas.

Cuando tomé contacto con esta historia, no pude menos que relacionarla con las mejores prácticas vinculadas con la profesionalización del directorio y la convocatoria a directores verdaderamente independientes para formar parte de los directorios. Es decir, dos prácticas que toda la bibliografía reconoce como mejores prácticas de gobierno de las organizaciones.  Y en este ejemplo las vemos también aplicadas a una organización sin fines de lucro.

En definitiva, las buenas prácticas no deben sólo limitarse a las grandes empresas, ni siquiera sólo a los entes que conocemos como empresas. Son herramientas que pueden servir en todas las organizaciones, independientemente de su tamaño y tipo de entidad. Lo importante para ser exitoso en su adopción es el convencimiento de que son las herramientas adecuadas para lograr un buen gobierno de la organización y ser inteligentes a la hora de implantarlas, para adaptarlas a las características de la entidad.