Los ya conocidos amigos comparten un largo viaje en el 102(1) desde Constitución(2). Han ido a juntos a un evento académico y, fanáticos de la línea, la encontraron cerca de su cabecera.

Han hablado ya de muchos temas durante esta tarde de sábado, pero ahora el tema pasa a ESG…

“Lo otro que me tiene un poco confundido y no un poco sino bastante cansado es la nueva muletilla de ESG(3) o ASG(4)”, dice el contador y director de una empresa familiar.

“Mirá, te sigo en las redes y hace varias semanas que estás como obsesionado con el tema. Esto y Elon Musk. ¿Qué te pasa?”, le corta el ingeniero y profesor de la facultad de la avenida Las Heras(5).

“Es que mi revista preferida, como sabés The Economist(6), ha vuelto a publicar una crítica a ESG. Y yo no hago más que oír las loas del tema en Argentina. Entonces es que tengo como una disonancia interna.”

“Pero siempre me dijiste que un director debe ser una persona que pueda formarse un criterio independiente y personal sobre las cosas. ¿No estás exagerando tu dependencia cultural de The Economist?”

“Puede ser, quizás tendría que buscar otras fuentes más diversas. Pero la verdad es que sobre este tema hay un consenso fenomenal a nivel mundial y ni te cuento en la Argentina. Pero la revista acaba de publicar un artículo de opinión que ellos llaman “leader” bajo el título “La fundamental contradicción de ESG está quedando a la vista. Las empresas privadas tienen un incentivo demasiado pequeño para salvar el planeta(7)”.

“Pero amigo mío, sé que hay una pila de dólares invertidos en fondos sustentables que se basan en inversiones ESG”.

“Sí, más de USD $ 35 billones de activos a nivel mundial con algún enfoque de sustentabilidad, un aumento de más del 55% en los últimos años”.

“Y leo cotidianamente de alguna alianza entre instituciones prometiendo bajar su huella de carbono en forma rápida y sustancial” adujo apasionadamente el ingeniero.

“Sí, y los capos de las empresas del S&P 500 este año mencionan ESG un promedio de nueve meses en cada llamada trimestral para los analistas bursátiles, comparado con una vez hace 5 años.  Pero, ¿sabés qué pasa? Las mentes de negocios siguen haciendo cálculos más allá de los programas de corporate governance que cursan y no los han convencido de dejar de contaminar.”

El chófer había manejado razonablemente por el Metrobús pero finalmente no pudo sortear una nueva zanja que cruzaba a lo ancho de la calle Juncal, incidente que se repetía en distintas cuadras de dicha casa cada semana. Varios del pasaje se golpearon la cabeza, entre ellos nuestros amigos que tenían las suyas relativamente cercanas para poder oírse en medio del caos urbano de Buenos Aires.

“Peor todavía: hay países sin consenso sobre la contaminación. En EE.UU., el fondo Black Rock se enfrenta en algunos estados republicanos con juicios por discriminar contra las empresas de combustibles fósiles y en otros estados demócratas se le hace juicio por no hacer lo suficiente por la pureza del ambiente” retomó el contador observando zumbonamente.

“Es que también en EE.UU. hay grieta” interpuso el ingeniero.

Pero el contador siguió con el argumento del artículo de The Economist.

“Alianzas de chicos buenos como GFANZ(8) han ido perdiendo miembros entre los fondos de pensiones(9), les han cambiado los estándares a los miembros para pertenecer. Varios abogados han señalado comportamientos anticompetitivos, se preguntan si los compromisos que se toman no necesitan aprobación de los inversores, se los enjuiciará por no cumplir compromisos, por qué cargar con costos innecesarios”.

El ingeniero pareció cambiar al bando del contador: “Algún reflujo hay. Un amigo que se fue a EE.UU. me contó que hace unos años la Business Roundtable(10) declaró que las empresas debían buscar satisfacer a sus stakeholders. El entonces presidente del grupo que hoy maneja J.P. Morgan Chase diluyó la declaración en entrevistas posteriores. Unilever que se proclama campeón de la sustentabilidad tiene retornos inferiores a sus pares. Alan Jope, su CEO, se retirará a fines de 2023 por presión de un inversor activista que quiere mejorar la performance de Unilever. La empresa fracasó tres veces en su oferta por el negocio de productos de venta libre de la farmacéutica GSK, rechazado por accionistas que no querían aceptar el énfasis de Unilever por la sustentabilidad”.

Se miraron el uno al otro sorprendidos.

“Pero, claro” retomó el ingeniero. “A nadie le da placer de que le den una inyección oleosa o que le tengan que enderezar un hombro. Esos inversores están demasiado enfocados en el corto plazo y las utilidades, confirman la miopía del mercado de capitales”.

“Upa. De acá a manejar un gremio militante”, irrumpió el contador.

“Me parece que exagerás. Pero es un lindo sueño pensar que el mercado de capitales penalice a las empresas que no quieren asumir el creciente costo provocado por el cambio climático derivado de sus operaciones”.

“Lo que pasa es que en la práctica los costos de muchos temas de ESG son demasiado inciertos y lejanos en el futuro como para que entren en la lógica de empresas e inversores. Muchas empresas hablan “verde” pero evitan las inversiones para descarbonizar. El artículo de The Economist dice que el grupo de inversores Climate Action 100+ estimó que más de dos tercios de los 166 principales emisores de gases invernadero se han comprometido al net zero para 2050, sólo un quinto tiene metas de más corto plazo que permitiera monitorear y generar movimientos y proyectos más inmediatos. O sea “sepulcros blanqueados” como bien dice el Evangelio: puro palabrerío e hipocresía”.

“Pero imagínate que si esto pasa en el mundo desarrollado, ¿qué podemos esperar en un país menos avanzado y siempre en crisis económica como Argentina?” se sorprendió el ingeniero.

“Parece que esto es un fracaso del mercado. Tendrá que intervenir el gobierno con una política pública” dijo el contador.

“Ahí te confieso que me das miedo, no lo digas en voz alta en Buenos Aires” dijo el ingeniero mirando alrededor al pasaje del colectivo. Podría ser que hubiera algún pescador de ideas…

“No. Hay que ponerle un precio alto a la contaminación con carbono. Estándares exigentes y el requisito de informar al público podrían ayudar. Este es el cocktail que propone el articulista”.

“Pero aquí siempre exageramos con la regulación…”.

“Sin duda mi querido amigo. Por eso la frase final del artículo me pareció genial y expresa lo que yo pienso “Las empresas pueden ayudar a salvar al planeta – pero sólo si hacerlo es bueno para el negocio(11)” remató el contador.

Y habiendo llegado finalmente a su parada, los estómagos los guiaron rápidamente a sus respectivos hogares sin más temas ni ganas de debatir.

 


Notas:

1  Línea de transporte urbano en la ciudad de Buenos Aires.

2 Estación cabecera ferroviaria en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires.

3 Sigla en inglés de “Environment, Social, Governance”.

4  Sigla en castellano de “Ambiente, Social, Gobernanza”

5  Una de las sedes de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.}

6 Semanario inglés fundado en 1843, uno de cuyos directores fue el famoso Walter Bagehot, constitucionalista británico.

7  Título y subtítulo del artículo en el original en inglés “The fundamental contradiction of ESG is being laid bare. Profit-seeking companies have too little incentive to save the planet”.

8   Glasgow Financial Alliance for Net Zero. 

9  Cbus Super de Australia y la Bundespensionkasse de Austria.

10  Algunos la comparan con IDEA de Argentina, con quien siempre ha tenido lazos.

11  “Companies can help save the planet—but only if doing so is good for business” en el original en inglés.